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  • José Carlos Vásquez Silva

¿Cambiarías oro por espejitos y cuentas de colores?


En los tiempos previos a la conquista, cuando españoles y portugueses exploraban tierras americanas y hacían contacto e intercambios con los indígenas; era frecuente que consiguieran oro a cambio de cuentas de vidrio y espejos. No era que los habitantes de estas tierras fuesen ingenuos, para ellos, dichos objetos raros tenían un valor real; el oro en cambio, era un metal común del cual nos les costaba mucho desprenderse. Los conquistadores, sin embargo, tenían encargos y ambiciones que iban mucho más allá de pequeños intercambios, lo que vino después, fueron siglos de explotación.

Hoy la historia se repite. Esta vez no se trata de imperios en busca de nuevos territorios y riquezas, en la forma de metales preciosos y seres humanos para explotar. Ahora los imperios son empresas tecnológicas globales, las cuentas de vidrio de colores y espejos se llaman Apps y el oro que damos a cambio son nuestros datos. No es que las aplicaciones sean malas o innecesarias, al menos en el mundo conectado, éstas simplifican enormemente la vida cotidiana: nos ayudan a eludir el tráfico cuando conducimos en horas de alta congestión, nos recuerdan reuniones importantes, facilitan la gestión de citas médicas, vuelos de avión, entradas al cine, transacciones financieras, cursos en línea, recomiendan películas y música según nuestros gustos, ofrecen productos para comprar en línea casi siempre en función a lo que nos hace falta o a lo que consumimos habitualmente, nos mantienen conectados a muchas personas y organizaciones y al tanto de trivialidades y de asuntos relevantes cada vez más afines a nuestra manera de sentir y de pensar. Entregar nuestros datos a cambio de todos estos servicios, parece ser un intercambio razonable.

Sin embargo, como advierten cada vez más académicos de diversos campos, nuestros datos son más que solo datos. Cada interacción en línea se acumula en enormes bancos de información sobre nuestros comportamientos, hábitos y costumbres. Los sistemas de inteligencia artificial y de aprendizaje automático (machine learning), analizan y aprenden cada vez más sobre nosotros y están adquiriendo la capacidad de predecir nuestros comportamientos e influir significativamente en nuestra capacidad para tomar decisiones. En un futuro no muy lejano, podríamos perder parte de nuestra libertad, al conceder nuestra voluntad a las máquinas.

Prevenir este escenario pesimista está en nuestras manos, hay que empezar por ampliar la visión de nuestra relación con la tecnología, superando lo instrumental. No solo se trata de herramientas. Son medios que influyen en nuestros comportamientos e interacciones cotidianas, mantener un punto de vista crítico sobre cada información que recibimos, evaluar cada decisión que tomamos, elevar nuestro nivel de conocimientos en ciencias, tecnología y en todo aquello que nos hace más humanos y libres es fundamental. Una vez más, la buena educación es la respuesta y rescatar la calidad de la escuela pública una cuestión de supervivencia.

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